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El avance mundial contra el trabajo infantil “se detiene”
Nueva Delhi, India, 14 de junio de 2021 (IPS).- Malleshwar Rao pasó sus primeros años como trabajador infantil en Hyderabad, en el sur de India. Cuando terminaban las clases en un “ashram” local, una escuela para hijos de padres pobres, trabajadores sexuales y huérfanos, el niño de 9 años se apresuraba a ir a una obra local para unirse a sus padres, que trabajaban bajo el duro sol tropical para construir edificios como jornaleros.
El supervisor asignaba a Rao tareas sencillas y sus ingresos extra ayudaban a sus padres a alimentarlo a él y a su hermano pequeño.
“Eran días realmente duros”, recuerda Rao, ahora de 27 años, licenciado en ingeniería y empresario que también dirige una organización sin ánimo de lucro, “Don’t Waste Food (No desperdicies la comida)”, para alimentar a los necesitados.
“Nunca había suficiente comida en casa. Estudiaba por la mañana, luego trabajaba como jornalero, volvía a casa para hacer los deberes y al día siguiente me levantaba temprano para ir de nuevo a la escuela. La vida era un caos; ni siquiera había tiempo para jugar”, contó Rao a IPS.
A principios de 2020, 160 millones de niños, 63 millones de niñas y 97 millones de niños trabajaban todos los días, como lo hacía Rao en su infancia.
Según el informe “Trabajo Infantil: estimaciones mundiales 2020, tendencias y camino a seguir” el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), publicado el 10 de junio, el mundo se encuentra en una coyuntura crítica en la erradicación del trabajo infantil, ya que el número de niños que trabajan aumentó en 8,4 millones en los últimos cuatro años.
“El avance mundial se ha detenido en los últimos cuatro años, después de haberse ralentizado considerablemente en los cuatro años anteriores. El informe advierte que la covid-19 amenaza con erosionar aún más los logros anteriores”, indica el reporte.
Un nuevo análisis sugiere que otros 8,9 millones de niños trabajarán para finales de 2022 como resultado del aumento de la pobreza que provocó la pandemia, pronostica.
La estimación mundial también muestra que el trabajo infantil en Asia-Pacífico y América Latina y el Caribe estaba disminuyendo, pero, en cambio, en África subsahariana se incrementaba.
Además de su trabajo como obrero de la construcción, Rao también trabajó en restaurantes locales para ganar 10 céntimos diarios por tres o cuatro horas de trabajo lavando platos y organizando la compra. “El incentivo adicional era la comida sobrante que el dueño del restaurante me daba amablemente. Me comía una parte y me llevaba el resto para mi familia”, contó Rao.
La historia de Rao es un microcosmos de la historia del trabajo infantil en el mundo, que muestra que la participación en el trabajo infantil es mayor para los niños que para las niñas. Sin embargo, cuando se incluyen las tareas domésticas de las niñas como trabajo infantil, la diferencia se reduce mucho.
“Entre todos los niños, 11,2 % trabaja, frente a 7,8% de las niñas. En números absolutos, los niños que trabajan superan a las niñas en 34 millones”, detalla el informe de la OIT y Unicef.
Pero, añade, “cuando la definición de trabajo infantil se amplía para incluir las tareas domésticas durante 21 horas o más a la semana, la diferencia de género en la prevalencia entre niños y niñas de 5 a 14 años se reduce casi a la mitad.
El informe también muestra que más de un tercio de todos los niños que trabajan están fuera de la educación y que el trabajo infantil peligroso constituye un obstáculo aún mayor para la asistencia a la escuela.
“Por cada niño en situación de trabajo infantil que ha alcanzado la edad de escolarización obligatoria pero está excluido de la escuela, otros dos luchan por compaginar las exigencias de la escuela y el trabajo”, precisa el estudio. “En consecuencia, se enfrentan a compromisos en materia de educación y no deben ser olvidados en el debate sobre el trabajo infantil y la educación”, añade.
Por todo ello, “los niños que deben compaginar el trabajo infantil con la escolarización suelen ir por detrás de sus compañeros que no trabajan en cuanto a la progresión de grado y el rendimiento escolar, y tienen más probabilidades de abandonar la escuela prematuramente”, explica el informe.
Sin embargo, Rao tuvo la suerte de terminar la escuela. Gracias a la ayuda de buenos samaritanos que le pagaron la matrícula, Rao pudo dar un giro a su vida y graduarse como ingeniero electrónico en una universidad local.
Luego consiguió un trabajo en una empresa de medios sociales como gestor de contenidos, ganando 450 dólares al mes.
“Mis padres estaban encantados de que fuera la primera persona educada de la familia que además conseguía un trabajo respetable con un gran salario”, aseguró Rao, en su diálogo con a IPS. “Mi madre no pudo dejar de llorar durante días”, rememoró.
Pero más allá de su suerte personal, “la lucha contra el hambre siempre fue importante para mí, así que al mismo tiempo puse en marcha mi oenegé, que recoge la comida sobrante de los restaurantes cercanos para alimentar a los pobres”.
“Además de reducir el despilfarro de comida en los hoteles y en las reuniones sociales, la iniciativa ha evitado que miles de personas en la ciudad duerman con hambre”, explicó.
Más tarde dejó su trabajo y creó su propia empresa de viajes.
Desde que estalló la pandemia, además de los kits de racionamiento, Rao también ha proporcionado bombonas de oxígeno y comidas cocinadas a los que están en confinamiento.
India ha registrado casi 30 millones de casos de covid y más de 350 000 muertes desde que comenzó la segunda oleada nacional de la pandemia en marzo.
“Tengo 30 voluntarios de la comunidad que se dedican a distribuir alimentos y a ayudar a la gente a ponerse en contacto con los donantes de sangre, así como con los hospitales que tienen camas libres para la covid”, explicó.
“A través de nuestra red, hemos podido suministrar alimentos a unas 70 000 familias en este periodo de cierre de actividades, iniciado en marzo”, contó el emprendedor.
El dinero se recauda mediante pequeñas y masivas colaboraciones a través de las redes sociales y a apoyo de donantes individuales. Su organización también empezó a suministrar mascarillas y otros productos sanitarios para los trabajadores de la construcción.
Sus voluntarios también han ayudado a incinerar 180 cadáveres de difuntos que fueron rechazados por las familias por miedo a contagiarse.
Habiendo conocido lo que es pasar hambre y luchar por una comida suficiente, Rao dice que a menudo se encuentra con niños pobres durante sus campañas de donación que le recuerdan su pasado.
El caso de India
Según la OIT, hay unos 12,9 millones de niños indios que trabajan con edades comprendidas entre los 7 y los 17 años, la mayoría con edades comprendidas entre los 12 y los 17 años, que trabajan hasta 16 horas al día para ayudar a sus familias a llegar a fin de mes.
Se calcula que 10,1 millones de niños de entre 5 y 14 años trabajan en este país del sur de Asia y 1300 millones de personas, según datos del informe.
Gran parte del problema radica en la tardía aplicación de las leyes, dicen los activistas.
Según Ranjana Kumari, directora del Centro de Investigación Social, con sede en Delhi, India tiene leyes estrictas contra el trabajo infantil, pero son normas llenas de lagunas que permiten a las familias pobres y a los empresarios sin escrúpulos eludirlas y explotar a los niños.
“Estos niños pobres trabajan en industrias peligrosas como la fabricación de ladrillos, las canteras, la industria del tabaco y la fabricación de vidrio, lo que no solo pone fin a su educación sino que los hace vulnerables a la prostitución y al tráfico de personas a una edad muy temprana. La aplicación de las leyes debe ser más estricta”, afirmó Kumari.
El informe pide que se amplíe la protección social para mitigar la pobreza y la incertidumbre económica que subyacen al trabajo infantil.
También pide, entre otras cosas una hoja de ruta política basada en datos, que todos los niños sean registrados al nacer, lo que les permitiría acceder a los servicios sociales, la ampliación del trabajo decente y la escolarización gratuita y de calidad, que pueda ofrecer una alternativa viable y abrir las puertas a un futuro mejor.
Mientras tanto, la historia de Rao demuestra que, con educación, los antiguos niños trabajadores pueden acceder a una vida digna.
Además, su labor ha sido reconocida por autoridades y figuras locales y fue mencionada incluso por el primer ministro Narendra Modi en su programa de radio mensual Mann ki Baat (Charla de corazón a corazón). Rao también ha recibido premios de las comunidades y organizaciones locales por su trabajo.
“La pandemia ha sacado lo peor y lo mejor de las personas. Ahora tengo la misión vitalicia de garantizar que nadie pase hambre. Mi emprendimiento aún no es rentable, pero gano lo suficiente para alimentar a mi familia y atender a los necesitados”, aseguró convencido.
Este artículo fue publicado originalmente por IPS Inter Press Service
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