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El peligro de los grupos que ensayan en sí mismos vacunas ‘caseras’ contra la covid-19
Ciudad de México, 18 de septiembre de 2020 (SINC).- En la actual pandemia han surgido grupos independientes promovidos por científicos y ciudadanos, como Rapid Deployment Vaccine Collaborative (RaDVaC), que desarrollan y ensayan en sí mismos supuestas vacunas hechas de manera ‘casera’ —lo que en inglés se conoce como do it yourself (DIY) o hazlo tú mismo— contra la covid-19. Todo ello, sin ninguna regulación ni control.
RaDVaC está liderado por Preston Estep, especializado en genoma humano, y por el famoso genetista de la Universidad de Harvard George Church, que son sus confundadores. El pasado mes de julio informaron de que se habían administrado un producto hecho por ellos que podría convertirse en una vacuna contra la covid-19. Tal y como describen en su página, la ‘vacuna’ intranasal consiste en péptidos sintéticos que imitan a los del coronavirus y está diseñada para provocar únicamente una respuesta inmunitaria local.
La preocupación por los riesgos de este tipo de iniciativas ha llevado a varios científicos de instituciones estadounidenses a reclamar, en un artículo en la revista Science, un mayor control y una regulación estricta de la actividad de estos grupos por parte de la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE UU (FDA).
Según comenta a SINC Christi Guerrini, profesora del Centro de Ética Médica y Política de Salud en el Colegio de Medicina Baylor (Houston, EE UU) y primera firmante del documento, estas actividades, que pretenden colocarse bajo el paraguas de la ciencia ciudadana, son ahora mismo “un riesgo real”.
Esto es así por varias razones, dice Guerrini. “Hay ejemplos desafortunados de personas que están dispuestas a probar remedios, no ensayados ni aprobados, en un esfuerzo por prevenir o tratar la covid-19, que se perjudican a sí mismas y a otros en el proceso”.
“La gente puede resultar dañada mientras trata de fabricar o autoadministrarse una de estas vacunas ‘caseras’, también puede ocurrir que tengan una reacción alérgica o pongan en peligro a otros si creen falsamente que han desarrollado inmunidad frente a la infección y, por lo tanto, no adoptan las medidas preventivas adecuadas, como el uso de mascarillas”, subraya.
Los integrantes de RaDVaC dicen estar comprometidos con la ciencia ciudadana e invitan a la participación del público. “La vía de investigación elegida —que implica un desarrollo casero, un protocolo en evolución y planes poco claros para recoger y analizar los datos de los resultados— contrasta con las vías tradicionales de desarrollo de vacunas, en las que se requieren ensayos controlados aleatorios con criterios de valoración bien definidos, como respuestas inmunitarias demostradas y protocolos sobre la recogida y el uso de los datos”, dicen Guerrini y sus colegas.
La investigadora resalta que este tipo de acciones “plantean importantes cuestiones jurídicas y éticas que, si no se abordan, podrían, en última instancia, erosionar la confianza del público en el desarrollo y la seguridad de vacunas contra el coronavirus que sí se están desarrollando de acuerdo con los estándares establecidos”.
“Nos preocupa —continúa Guerrini— que la FDA no ejerza su autoridad reguladora con respecto a estas vacunas DIY. Creemos que, dado el escepticismo sobre las vacunas y la naturaleza politizada de la pandemia, la cuestión de la confianza pública en este tema merece especial atención”.
Dar argumentos a los antivacunas
En este aspecto coincide Josep Lobera, sociólogo de la Universidad Autónoma de Madrid y experto en percepción social de las vacunas —que no ha participado en este artículo—. “En esta crisis, la ciencia como institución se juega buena parte de su credibilidad —dice a SINC—. Por ello, son más importantes que nunca los controles para garantizar que se no se traspasen límites que dañen la ética de la investigación, la validez de los resultados o la transparencia en el proceso”.
Lobera opina que “el movimiento antivacunas está creciendo en la mayor parte de países y está enmarcado en la desconfianza y en la falta de legitimidad de la ciencia. Cualquier fallo en esta dirección será aprovechado por estos grupos para decir: ¿lo veis? ¡Os lo dijimos! No te puedes fiar de la ciencia”, subraya.
En el artículo, publicado hoy en Science, también se explica que, aunque en EE UU hay grupos de ciencia ciudadana que son claramente antirregulación, RaDVaC dice, sin embargo, no ser anti-FDA y asegura tener una misión humanitaria para hacer accesible su vacuna open source.
“La FDA no puede pararte”
De hecho, este grupo publicó en internet instrucciones sobre cómo fabricar su producto. Uno de los científicos promotores de la iniciativa llegó a decir: “Si has producido [la vacuna] y te la estás administrando, la FDA no puede pararte”.
Guerrini señala que a ella y sus colegas les gustaría que “la FDA hiciera valer públicamente su autoridad para regular —y su intención de hacerlo— las distintas actividades para producir vacunas DIY contra la covid-19”.
Además, señala, esta institución “debería establecer canales de comunicación con los grupos de ciencia ciudadana para ayudarles a entender cómo se aplican sus normas (o no) a sus actividades”.
La coautora aclara que no cree que “el objetivo de la FDA deba ser cerrar todas las actividades de la ciencia ciudadana. No solo sería imposible, sino también imprudente porque estas iniciativas incluyen actividades que abarcan muchas disciplinas y tienen un importante valor social y científico”, remarca.
Lobera también opina que la ciencia ciudadana “es algo positivo y necesario” y que debería “haber más iniciativas en España”. Sin embargo, destaca, “estos grupos han de estar sometidos a controles y normas éticas igualmente rigurosas y más cuando estamos hablando de vacunas”.
Por su parte, Mercedes Jiménez Sarmiento, bioquímica de Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas —que tampoco interviene en el artículo— opina que lo que hace RaDVaC “no se puede considerar ciencia ciudadana”. Además, coincide con Guerrini y Lobera al afirmar que en estos casos de vacunas DIY “es necesaria una regulación más estricta para evitar comportamientos que pongan en peligro la salud pública si trasciende al propio experimentador o científico”.
Agencia SINC
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