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Resplandece la pintura mural del Caribe mexicano mediante la conservación
Ciudad de México, 25 de mayo de 2020.- El sol ardiente del Caribe también hace padecer al patrimonio cultural maya. Los mayas peninsulares ocuparon el litoral caribeño de Quintana Roo desde el Preclásico Tardío (300 a.C-300 d.C.) hasta el Posclásico Tardío (1200-1550 d.C.). Durante este último periodo resurge la actividad constructiva de los templos de las antiguas ciudades costeras del Cacicazgo de Ecab, los cuales han perdurado hasta el presente.
Sin embargo, los materiales arqueológicos inmersos en clima tropical sufren alteraciones multifactoriales en diferentes niveles y presentan una conjunción de deterioros, los cuales gradualmente generan pérdidas considerables a la pintura mural, acabados arquitectónicos, estucos y elementos pétreos.
Estos resienten, la brisa salada, la lluvia, el viento y los cambios bruscos de temperatura. Las sales cubren las superficies con velos blanquecinos y las concreciones salinas generan fisuras, grietas y desprendimientos. El agua, en conjunción con los vientos alisios, provoca erosiones superficiales, filtraciones, encharcamientos y escurrimientos, así como la aparición de microorganismos y manchas en las superficies húmedas, entre otros deterioros, dependiendo de la naturaleza y composición físico-química de cada bien cultural.
Mitigar y controlar esos procesos de deterioro ha sido una de las tareas constantes del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), mediante trabajos de conservación y restauración, de proyectos de continuidad en los diversos sitios del norte del estado. A tres décadas de distancia, se aprecia la labor fundamental aplicada en la protección del legado arqueológico de una de las regiones mexicanas más visitadas por el turismo mundial, coordinados por la restauradora perito Mónica A. López Portillo Guzmán.
En 30 años, la especialista, junto con su equipo de trabajo conformado por especialistas y trabajadores capacitados, ha atendido alrededor de 28 templos y 60 frentes distintos de pintura mural que corresponden al periodo Posclásico; algunos murales conservan representaciones de estilo códice, de temas relacionados con la agricultura y la práctica de rituales vinculados con la fertilidad, así como acabados arquitectónicos.
Durante varias temporadas de campo, desde años anteriores hasta 2019, ha llegado a abarcar 12 sitios, localizados en la parte continental de Isla Mujeres, Cancún, Cozumel y la Riviera Maya: El Meco, El Rey, San Miguelito, Calica (Rancho Ina), Xamanhá (Playacar 1), San Gervasio, Xelhá, Xcaret, Tulum, Tancah, Cobá y Muyil. Adicionalmente, ha realizado trabajos de conservación y recubrimientos preventivos a los relieves de piedra y estuco, esculturas, columnas y pisos de estas zonas arqueológicas, ubicadas a lo largo del paradisiaco litoral de profundas raíces mayas.
En este tiempo, la especialista también ha descubierto que, si bien la cultura de la conservación preventiva es “una disciplina fundamental, en ambientes tropicales es una estrategia básica, ya que optimiza los recursos y requiere de métodos de menor costo, más seguros y simples”. López Portillo Guzmán la define como “una estrategia de conservación del patrimonio cultural la cual plantea un método de trabajo sistemático para la identificación, evaluación, detección y control de los riesgos de deterioro de los bienes culturales”.
Conservar sitios en Quintana Roo, un reto
La restauradora, egresada de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, “Manuel del Castillo Negrete”, del INAH, perito desde 2005 —el máximo grado para los restauradores en México—, detalla que “en materia de conservación, los sitios de Quintana Roo representan un gran reto, tanto por la naturaleza de los vestigios como por su entorno, debido a que se encuentran integrados a ecosistemas de alta complejidad y sufren las condiciones ambientales de la región tropical y costera”.
Menciona la importancia de dividir los factores de deterioro: los relativos a agentes de degradación intrínsecos, propios del material constitutivo; y los extrínsecos, ocasionados por agentes biológicos, físicos y químicos; además de los humanos, así como la acción devastadora de los huracanes y, en época de secas, de los incendios.
“Las estrategias de conservación preventiva, en conjunción con los estudios multidisciplinarios, han permitido enfrentar con mayor efectividad el objetivo principal: la estabilización de los bienes culturales in situ. De esta forma, se le ha dado prioridad al control del deterioro y a la preservación con la mínima intervención directa en la pintura mural y los elementos de estuco y piedra”, explica López Portillo Guzmán.
Desde 2010 a la fecha, el Proyecto de Conservación de Sitios Arqueológicos en el Norte de Quintana Roo, gracias al apoyo financiero de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC, INAH) y a las gestiones del Centro INAH Quintana Roo, dirigido por Margarito Molina, ha tenido continuidad y contempla múltiples actividades: investigación y análisis de las técnicas de manufactura de los materiales constitutivos, estudio de deterioro, la identificación de las intervenciones anteriores y revisión de fuentes, así como trabajos de mantenimiento, conservación y restauración.
“El proyecto de continuidad tiene un carácter itinerante, con la incorporación de varios sitios en un mismo plan, el cual realiza actividades periódicas de mantenimiento y de conservación. Para la elección de los lugares, se estableció un criterio jerarquizando la condición de preservación de cada uno, según el resultado de los diagnósticos realizados”, explica.
En la más reciente temporada en campo, llevada a cabo en 2019, los trabajos del proyecto comprendieron el mantenimiento y conservación emergente y directa de la pintura mural y de los relieves, así como de algunas columnas de piedra con restos de estuco, tanto al interior como al exterior de las estructuras ubicadas en las zonas arqueológicas de El Meco, Calica y Xamanhá; El Rey, San Miguelito y Cobá. También se dio seguimiento a los registros gráficos, fotográficos y de condición, para evaluar además del estado de conservación de los trabajos de las temporadas anteriores.
Criterios de intervención
La restauradora explica que “algunos de los criterios de intervención son la reversibilidad de los materiales en los procesos realizados, como la estabilidad química y estética a través del tiempo, mediante tratamientos probados en la región, y para los procesos de consolidación de los murales, el amplio uso de la cal apagada y sus cargas, por ser compatibles con los materiales constitutivos.
“Como objetivo principal, la metodología del proyecto se centra en la aplicación de métodos preventivos y la estabilización de los diferentes elementos arquitectónicos y ornamentales de los sitios arqueológicos mencionados, con el desarrollo de tres fases, planteadas desde 2010: la primera es el seguimiento y la actualización de los registros fotográficos y gráficos, y el levantamiento de datos in situ.
“La segunda, consiste en la continuidad de los trabajos de conservación preventiva, mediante el monitoreo del mantenimiento de los elementos de protección como las palapas, los bastidores con malla de los vanos de los templos, las restricciones de paso, entre otros; y de las acciones de conservación emergente y directa, para la estabilización de los murales y elementos de estuco y piedra.
“La tercera es el análisis, la interpretación y estudio del deterioro y de los materiales constitutivos, de las técnicas de manufactura y de las intervenciones anteriores, la revisión de fuentes para el seguimiento de la elaboración de banco de datos y la continuidad a los estudios adicionales vinculados a investigación. Además, con el apoyo de la maestra Gabriela Mora Navarro, titular de la Subdirección de Investigación de la CNCPC del INAH, se han realizado estudios de análisis mediante espectroscopía infrarroja, flourescencia de rayos X y termografía, así como observaciones con microscopía portátil”.
Los trabajos se han llevado a cabo con la colaboración del equipo de restauradores integrado por: Mariana Contreras, Carlos Lozoya, Alejandra Sánchez, Ariadna Rivera y Claudia Martínez, entre otros, formados en la ENCRyM, en la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente (ECRO) y en la Facultad del Hábitat de San Luis Potosí, Conservación y Restauración de Bienes Culturales Muebles, así como de trabajadores capacitados de la región.
Además, se ha contado con la colaboración multidisciplinaria para los estudios realizados, es el caso de los arqueólogos: Ashuni Romero, investigador del INAH Quintana Roo, en los registros 3D en Calica; Vania Pérez, a cargo de los registros digitales de los dibujos y plantas estructurales de los templos; Octavio Esparza (IIFL-UNAM), con los estudios de iconografía de los elementos pictóricos de los murales; los arquitectos Alberto Loera, del INAH Quintana Roo, y el apoyo de Héctor Hernández, en los diagnósticos estructurales de las palapas de las estructuras; los fotógrafos de apoyo Óscar Garza e Israel Landí (Proa Producciones) y Mónica Garza, en el levantamiento de registros fotográficos y en video de los sitios; así como la médico veterinaria zootecnista Viridiana Sarabia, con el estudio, monitoreo y diagnóstico del comportamiento de las iguanas rayadas y sus efectos en los elementos de las estructuras en El Meco, como en años anteriores en El Rey.
“En esta región es primordial crear una visión amplia para la conservación de los sitios arqueológicos que contemple el entorno natural. Esta región de riqueza natural y cultural nos obliga a recordar que se requiere de la humildad y tenacidad suficiente para aprender a conservar lo más valioso: nuestro patrimonio, la memoria en donde se encuentran las raíces de nuestra nacionalidad, la cual es nuestra identidad como mexicanos”, concluye Mónica A. López Portillo Guzmán.
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